Matilde, una compañera de trabajo, rodó por las escaleras. No le pasó nada. No la vi caer pero pude representarme la escena gracias a sus cuentos. Su relato pormenorizado me hizo recordar una verdad absoluta: voy a morir.
No sé cuándo, pero sí sé cómo. Voy a morir rodando por una escalera. Esa es una posibilidad. La otra es que muera en la calle, atropellado por ser un peatón distraído.
Hay quienes dicen que puedo morir de un infarto o de cualquier otra cosa, lo cual es posible, pero menos probable. No todos los días me duele el corazón, pero casi todos los días tengo momentos en que estoy a punto de rodar por las escaleras. Y casi todas las semanas algún auto me toca bocina y al pasar a mi lado a toda velocidad me insulta, o se mete con mi madre. Es lógico, ella tiene parte de la culpa, yo no me hice a mí mismo.
Ayer casi muero en la calle, más en concreto en la esquina de Rivera y Soca. Crucé distraído con roja y siento
biiiiiiiiiiiiiiiiiiii”. Cuando me percato de mi situación una moto pasa a centímetros de mi cuerpo y el motociclista me insultó a centímetros de mi cara. Nunca me habían insultado tan de cerca. Toda una experiencia.